viernes, 13 de marzo de 2009

El Tiempo...

El tiempo cura las heridas, el tiempo da la razón, el tiempo pone a cada uno en su sitio, ten paciencia que con el tiempo te llegará la oportunidad,... el tiempo. No es nada raro convertir en variable independiente a este concepto tan abstracto, tanto que a partir de su definición es absurdo atribuir unas propiedades tan ejecutivas:

"Magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro. Su unidad en el Sistema Internacional es el segundo".

Un punto de referencia en una dimensión. Sin embargo le conferimos la capacidad de soliviantar síntomas, tanto fisiológicos como psicológicos (desde simples quebraderos de cabeza hasta al tan citado enamoramiento), de procurar razones lo suficientemente convincentes como para poner fin a disputas sociales de cualquier índole, e incluso de alcanzar un punto en eso que se llama destino para procurarnos bienes y dichas.
Desde el punto de vista psicológico, este tipo de afrontamiento no es sino una atribución externa de los aspectos más negativos de la vida, es decir, una forma de desplazar la responsabilidad desde uno mismo a un elemento ajeno a tal. Un acto de cobardía se podría decir (siendo menos científico). Sin embargo, estas conjeturas salidas del saber popular tienen el inconveniente que se ven reforzadas continuamente: la remisión de, por ejemplo, una depresión acaba ocurriendo con el paso del tiempo, o sentimientos como el amor o el odio acaban disipándose. No es el tiempo. En estos casos la psique deja de tener estos "síntomas" porque deja de haber situaciones que propicien la aparición de éstos (no es que el tiempo me haga olvidar a mi amado, solo que ya no veo sus fotos, no hablo de él ni escucho el CD que me regaló).

Es uno mismo el que deja de emitir conductas, el que cambia sus valoraciones, el que busca nuevos argumentos, el que vuelve a analizar la información existente desde más puntos de vista, el que piensa y decide.

Atribuir al tiempo todos estos logros es, además de absurdo, un desprecio hacia uno mismo y sus capacidades.

2 comentarios:

  1. Es cierto no es el tiempo el que hace que cambiemos, al menos interiormente, somos nosotros que evolucionamos y que cambiamos de gustos y de sensaciones e incluso de sentimientos, en vez del tiempo nos hace cambiar las cosas que vivimos, la experiencias que tenemos y los momentos que nos marcan en el camino de la vida...
    Un besazo mi querido amigo

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  2. No, no es el tiempo el que hace olvidar, pero tampoco es cierto que la ausencia de situaciones que evoquen un sentimiento lo hagan desaparecer, a veces vamos más allá de lo puramente conductual y cognitivo, y algo que permanece, y nos jode no saber porqué, y como la incertidumbre no es cómoda qué mejor culpable que el tiempo, una canción o una foto...

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