domingo, 15 de marzo de 2009

Tu recuerdo (chica)


Hoy desperté con ganas de ti, de sentir tu aliento húmedo en mi cuello, de que me despertases recorriendo con tu dedo índice mi espalda en toda su longitud como se dibuja delicadamente sobre un lienzo. Hoy creí escuchar el sonido de tu voz susurrando mi nombre como sólo tú sabes hacerlo, acariciando cada letra, cada sonido. Se me entreabrieron los labios imaginando que los tuyos, tibios y entumecidos por el sueño, devoraban los míos con la misma ansiedad que un hambriento a un trozo de pan recién hecho.


No quería abrir los ojos, pues en la oscuridad te sentía apretar mi cuerpo contra el tuyo como si fuese lo único para lo que hemos nacido y besar cada centímetro de mi piel que deseara que tus roces delicados la erizaran. Recordé la firmeza de tu pecho al recorrerlo con mis manos y el contacto de las tuyas dejadas caer distraídamente en mi cintura en una caricia suave y bien calculada.


Quise girarme y verte frente a mí para volver a saborear la imperceptible acidez de la piel de tus hombros, de tu pecho, de tu espalda y de todo tu cuerpo, que tus manos no me dejasen parar de perderme en ti. Alargué la mano buscando tu calor para refugiar mi invierno glaciar en la ardiente forma de tu cuerpo. Me pareció percibir en mi oído un susurro como aquellos que se te escapaban, que no llegaba a ser un gemido, y se me escapó una lágrima que no era tristeza, sino deseo, y la noté seguir su camino hasta llegar a mi boca, donde su sabor salado me recordó al tuyo.


Apreté mis manos de rabia mientras me lastimaba el labio inferior en un mordisco irritado que no me curaron del estremecimiento de tu recuerdo. Tus dedos sabios siempre sabían dónde detenerse y tus labios siempre revelaron el grado de tu deseo.


Extraño arquear mi espalda al contacto firme de tus manos y sentir cómo me hacías tuya, con esa seguridad de que ya lo era que te convertía en un dulce salvaje entregado al deseo. Añoro tu ímpetu creciente, la montaña rusa de sensaciones en la que convertías mi cuerpo, tu sabia consciencia de cómo hacerme perder el control, el desaparecer del mundo a nuestro alrededor y quedarte solamente tú conmigo en un mar embravecido de amor y deseo que a cada ola devora un poco más la arena, el grito que brotaba de mi garganta y que se ahogaba junto al tuyo en un beso desesperado... y después, la sagrada calma.


DURSKHA

2 comentarios:

  1. Durskha, es evidente que esos recuerdos siempre quedan en nuestro interior, que siempre provocan en nuestra piel escalofríos de deseo y de pasión...
    Hoy te digo bravo por lo que expresas y como lo expresas..
    Un beso muy dulce y cálido

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  2. Muchas gracias...ahora falta la versión chico. Un beso

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